sábado, 13 de octubre de 2007

Carlito's Way

La luna no está. Marte tampoco y Saturno, menos. Ni hablar de Júpiter.

Carlos habla, pero nadie lo mira. Todos parecen hacer oídos ciegos y sordos al colifa que comenta las noticias en voz alta, con picos de griterío, cómodamente desparramado en uno de los asientos individuales del colectivo.

Toca todos los temas: desde Gastón Pauls y su parodia barata de la genial "Seven", hasta la descripción - afirmación tal vez más acabada de un sentir popular; el subte es un hormiguero.
Desde la lluvia que no para y mirá cómo cae... de arriba hacia abajo, hasta la trampa de esa que le dice al novio, vía celular de 400 pesos, que está en Cabildo y Juramento, pero es mentira. Él lo sabe, aunque no tiene certezas sobre el paradero de la chica. Está en la concha de la lora, o en Parque Patricios. Quién sabe...

Alguno se ríe por lo bajo, tal vez mofándose cobardemente de alguien que expresa lo que siente, y no tiene vergüenza en que se le note. Alguien que seguramente no ambiciona más que mostrarse tal como es. O tal vez se esté riendo del pobre cornudo, que acepta con hidalguía su condición, pero que a la primera de cambio termina enroscado entre las sábanas de cualquier telo barato de Flores con Gabriela, su compañera de trabajo.

Otra -una chica de rojos pelos- dibuja su anhelo en forma de sol, jugando con las gotas condensadas que se deslizan sobre el vidrio de la ventanilla del 44.

Carlos relata el momento de tal manera que parece que hay sol de noche. La colorada se hace cargo. Se siente observada, y le gusta. Redobla la apuesta y va por una casita con chimenea. Y el verborrágico muchacho con aires de locutor, la llena de vida y de plantas, de muebles y de cuadros, de aires y palabras.

Pero el encantamiento tiene fecha de vencimiento, y nunca la miramos. Es por eso que a veces nos cae mal. Solo queda tiempo para una mirada y un silencio. Atrás parece quedar la lectura del diario a viva voz.
Ella se seca la mano en el pantalón y se para, presurosa. Donato Álvarez y Rivadavia indican el fin de su travesía.

Carlos seguramente seguirá hasta Pompeya. Rancio de encantos, mudo de ensueños. Siguiendo su camino en el más absoluto de los silencios.

Solo por hoy, la procesión irá por dentro.